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Por qué creo en la vigencia del diezmo en el Nuevo Testamento

Nota del editor: 

Para una perspectiva diferente sobre este tema, lee el artículo 7 razones por las que los cristianos no están obligados a diezmar.

Por mucho tiempo di por sentado que el diezmo fue establecido bajo el sacerdocio levítico y que, por lo tanto, era una obligación para el pueblo de Israel y no para la iglesia. Mi razón para pensar así era que no veía versos explícitos en el Nuevo Testamento que ordenaran el diezmo como un deber cristiano.

Sin embargo, luego comprendí que el diezmo no fue establecido bajo el sacerdocio levítico, sino bajo el sacerdocio de Melquisedec, en tiempos de Abraham, y que los patriarcas lo practicaron (Gn 14:2028:22). Siglos después, Moisés lo explicó y aplicó con detalles a la nación de Israel (Lv 27:30-31). En otras palabras, el diezmo fue esclarecido y administrado durante el sacerdocio levítico, pero este había sido establecido muchos años antes.

Esto me llevó a reflexionar más sobre este tema y cambiar mi postura al respecto.

El establecimiento del diezmo

Cuando reflexiono en las primeras menciones sobre el diezmo en las Escrituras, concluyo que este quedó establecido desde el tiempo de Abraham, nuestro padre en la fe (Ro 4), para el pueblo elegido por Dios. Es decir, que la décima parte de las ganancias sea una proporción apropiada para dedicar perpetuamente a la honra de Dios. Es más, veo que este se estableció bajo el sacerdocio de Melquisedec:

Y Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; él era sacerdote del Dios Altísimo. Él lo bendijo, diciendo:

«Bendito sea Abram del Dios Altísimo,
Creador del cielo y de la tierra;
Y bendito sea el Dios Altísimo
Que entregó a tus enemigos en tu mano».

Y Abram le dio el diezmo de todo (Gn 14:18-20).

De hecho, esta no es la única vez que se practicó el diezmo antes del sacerdocio levítico, porque también se nos cuenta sobre Jacob: «Entonces hizo Jacob un voto, diciendo: … el Señor será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal será casa de Dios; y de todo lo que me des, te daré el diezmo» (Gn 28:20-22). Así, podemos ver que los patriarcas realizaron la práctica del diezmo antes del establecimiento de la ley por medio de Moisés.

A partir de estos casos, veo razonable pensar que Abraham y Jacob diezmaron por causa de alguna guía o dirección recibida desde el trono de la Gracia, en virtud de pertenecer a la familia del pacto. Es decir, creo que desde entonces Dios estaba guiando a Su pueblo a cumplir con esta forma de ofrenda, pues sería una práctica perpetua para todo Su pueblo. Entonces, dado que hoy también existe una relación pactual entre Dios y todos los verdaderos cristianos, entiendo que la misma obligación moral surge de esta relación y descansa sobre todos los creyentes.

Por otro lado, así como «la promesa a Abraham o a su descendencia de que él sería heredero del mundo, no fue hecha por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe» (Ro 4:13), entiendo que el diezmo no fue establecido bajo el pacto levítico que Dios realizó con la nación de Israel, sino en el sacerdocio de Melquisedec.

La explicación del diezmo

Cuando llegó el pacto levítico, varios siglos después (cp. Gá 3:17), Moisés explicó y aplicó de forma detallada la práctica del diezmo:

«Así pues, todo el diezmo de la tierra, de la semilla de la tierra o del fruto del árbol, es del SEÑOR; es cosa consagrada al SEÑOR… Todo diezmo del ganado o del rebaño, o sea, de todo lo que pasa debajo del cayado, la décima cabeza será cosa consagrada al SEÑOR…». Estos son los mandamientos que el SEÑOR ordenó a Moisés para los israelitas en el monte Sinaí (Lv 27:303234).

Dios, por medio de Moisés, explicó en varias ocasiones al pueblo de Israel cómo debía diezmar y cuál era su finalidad. Las ofrendas de Abraham y Jacob fueron individuales, pero Moisés lidiaba con todo un pueblo, por lo que las circunstancias demandaban detalles, dirección y reglas para practicar el diezmo.

Esto permite inferir que un cambio de circunstancias demanda un cambio de formas. Así es revelado en otro lugar: «Cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley» (He 7:12). Por esto creo que los detalles sobre el diezmo dados al pueblo de Israel son variaciones relacionadas con el aspecto ceremonial o externo de la ley.

El diezmo en el Nuevo Testamento

Entonces, según este razonamiento, el Señor estableció la práctica del diezmo con Abraham, bajo el sacerdocio de Melquisedec; luego Dios organizó su práctica bajo el sacerdocio levítico. Si mi interpretación es correcta, al llegar al Nuevo Testamento, se aboga por la vigencia del diezmo cuando se afirma: «Pues de Cristo se da testimonio: “Tú eres sacerdote para siempre / Según el orden de Melquisedec”» (He 7:17).

La iglesia adora a Dios bajo la dirección de nuestro Apóstol, Rey, Profeta y gran Sumo Sacerdote Cristo Jesús, según el orden de Melquisedec. Entonces, concluyo que diezmar es un deber o, mejor dicho, un sacrificio espiritual de toda la iglesia de Cristo hasta el día de Su regreso.

De hecho, una referencia al diezmo en el Nuevo Testamento parece estar relacionada con la labor ministerial de los levitas en el Antiguo Testamento (Nm 18:21). La enseñanza del apóstol Pablo apunta en esta dirección: «Porque la Escritura dice: “No pondrás bozal al buey cuando trilla”, y: “El obrero es digno de su salario”» (1 Ti 5:18). La primera expresión es una referencia al salario de los levitas y sacerdotes, que se pagaba con los diezmos del pueblo de Israel (cp. 1 Co 9:9-10). De esta manera, entiendo que para Pablo el diezmo sigue vigente en relación al sostenimiento de la iglesia, sus ministerios y sus ministros.

Las palabras del Señor Jesús también son significativas en cuanto a este tema: «Pero ¡ay de ustedes, fariseos! Porque pagan el diezmo de la menta y la ruda y toda clase de hortaliza, y sin embargo pasan por alto la justicia y el amor de Dios; pero esto es lo que debían haber practicado sin descuidar lo otro» (Lc 11:42, énfasis añadido). Jesús le reclama a los líderes religiosos de Su época que debían ser justos y amorosos en fe, sin dejar de diezmar.

Entonces, pienso que es legítimo deducir que el Señor Jesucristo reconoce y afirma la obligación moral del diezmo como un principio perpetuo. Más aún, el amor cristiano no sustituye el deber de diezmar, sino que son compañeros: donde está uno, debe estar también el otro. La vida cristiana consiste en practicar la justicia y el amor a través de toda nuestra adoración, incluido el diezmo.

En resumen, el diezmo fue establecido por Dios a través del patriarca Abraham, bajo el orden sacerdotal de Melquisedec. Luego fue explicado y aplicado bajo el orden sacerdotal levítico. Como nuestro Señor Jesús es del orden sacerdotal de Melquisedec, concluyo que el diezmo es un deber moral y bíblico para todo hijo de Dios, incluso en el Nuevo Testamento. Además, es provechoso pensar que el diezmo puede ser una forma de expresar las virtudes cristianas de la justicia y el amor.

Con esto en mente, oremos que el Señor nos ayude a ser fieles al diezmar con gozo, gratitud y humildad para la gloria de Aquel que ya nos ha dado todo en Cristo.


Oscar Emilio Arocha es pastor e ingeniero electromecánico. Fue convertido al cristianismo en el año 1980, y fue ordenado al pastorado en el año 1986, en la Iglesia Bautista de la Gracia. El pastor Arocha ha servido como mentor de otros pastores y predicadores, ha impartido cursos de homilética y hermenéutica en la Universidad Nacional Evangélica Dominicana, y también ha servido como consejero bíblico.

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